Los trastornos de personalidad están en el límite entre la normalidad y las enfermedades mentales. Tales trastornos presentan características específicas que los diferencian de los trastornos mentales propiamente dichos.
Las personas con trastornos de personalidades saben que tienen deberes y tienen conciencia de lo correcto o incorrecto. Sin embargo, no tienen conciencia moral definida y aclarada. Son personas inmaduras, que no adquieren aprendizaje con las experiencias vividas para poder guiarse en la actualidad.
Una persona con trastorno de personalidad no se ajusta a su medio, viviendo fuera de las normas básicas de los grupos de la sociedad.
Este desajuste al medio en que vive se manifiesta bajo la forma de agresividad, exceso de introversión, exhibicionismo exagerado, desconfianza sin razón, entre otras.
Estas características forman el carácter de la persona y permanecen durante toda la vida, de forma estable e inflexible. Estos individuos provocan sufrimiento y trastorno a las personas de su círculo personal y familiar, siendo también víctimas de sus propias actitudes.
Sin embargo, falta a estos pacientes percibir los efectos causados en sus actitudes en relación a su sufrimiento.
Por lo tanto, aunque no son enfermedades mentales propiamente dichas, los trastornos de personalidad traen sufrimiento y trastornos suficientes para encuadrarse en un cuadro psiquiátrico. El tratamiento se realiza con la psicoterapia y los medicamentos.
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